Es un hecho: el cóctel es parte fundamental de un evento. Si bien es cierto que no todos los eventos van acompañados de esos delicados bocados -tan exquisitos a la vista como al gusto-, estamos de acuerdo en que los actos en los que hay canapés son los mejores. Esto es así, entre otras cosas, porque la comida como acto social es algo que nos gusta mucho y hay razones para que así sea.
Todos sabemos que los seres humanos necesitamos alimentarnos para aportar a nuestro cuerpo los nutrientes necesarios para su correcto funcionamiento. Sin embargo, más allá de lo fisiológico, el acto de ingerir alimentos también cumple con una función social clave, ya que activa el sistema de endorfinas del cerebro favoreciendo las relaciones interpersonales.
Pero la cosa no queda ahí.
De acuerdo con el antropólogo, psicólogo y biólogo evolucionista británico, Robin Dunbar, comer en grupo aumenta el efecto de las endorfinas debido a que la actividad sincronizada multiplica por dos la producción de estos neurotransmisores. Esto explica por qué tenemos esa tendencia de reunirnos para compartir comida; ya sea para una celebración especial o para tomar un café de máquina a media mañana.
Dado que las endorfinas están detrás de esa felicidad que nos produce comer un canapé mientras charlamos animadamente en un ágape1, es más que probable que la costumbre de compartir alimentos exista desde antes incluso del origen de nuestra especie. Además, según documentan diferentes biólogos, los chimpancés y bonobos, nuestros parientes primates más cercanos, también comparten comida dentro de sus grupos sociales. Aunque, claro está, los seres humanos incorporamos una mayor complejidad social a este acto.
Si los humanos (o nuestros antepasados) aprendimos a cocinar por primera vez hace más de un millón de años, cabe suponer que el chef primigenio no preparaba platos para el autoconsumo, sino que lo hacía para alimentar a un grupo que estaba implicado en las diversas etapas de este proceso. Así el grupo se reuniría, seguramente junto al fuego, para establecer vínculos sociales en torno a la comida en una suerte de “networking” primitivo.
Y es que comer juntos está relacionado con un mayor bienestar. De acuerdo con un estudio realizado por Dunbar en 2017, las personas que comen con otras personas de manera frecuente están más satisfechos con su vida y sienten que tienen más amigos en los que confiar para recibir apoyo. Los resultados de este trabajo demuestran que son las comidas las que causan efectos sociales y no al revés.
El nacimiento del canapé
Según parece, los primeros proto-canapés, se sirvieron en la antigua Roma, aunque eran muy diferentes a los que conocemos hoy ya que, en esa época, estas pequeñas porciones de alimentos se servían sobre hojas de parra o trozos de pan tostado.
Oficialmente, los creadores de los canapés son nuestros vecinos franceses. De hecho, la palabra “canapé” significa “sofá” en francés, en alusión a que suele tener una base de pan tostado o galletas saladas, sobre la que se pone una cobertura y algún elemento decorativo. Parece que estas primeras delicias se sirvieron allá por el siglo XVIII como sofisticados bocados que acompañaban bebidas durante las reuniones sociales.
Con el paso del tiempo, los canapés fueron ganando en complejidad, tanto estética como gastronómica, y en el XIX ya eran indispensable en los eventos de la alta sociedad y recepciones elegantes. Ya en esa época, los chefs competían entre sí para impulsar sus exquisitas miniaturas al Olimpo de la creatividad culinaria.
Dado su éxito, estos pequeños trascendieron las fronteras de Francia, adaptándose a diferentes culturas y tradiciones gastronómicas. Hoy en día, estos delicados bocados son parte esencial de la gastronomía en todo tipo de eventos, tanto formales como informales, multiplicando su variedad de manera exponencial, pero siempre conservando su esencia como pequeñas delicias que despiertan el apetito y los sentidos.
En resumen, los canapés no solo tienen una larga historia que los vincula a prácticas sociales y culturales, sino que también han evolucionado a lo largo del tiempo para convertirse en una forma de expresión culinaria y una tradición indispensable en actos de todo el mundo. Su capacidad para reunir a las personas, estimulando tanto los sentidos como las conversaciones, hace de ellos la guinda de las reuniones.
En Monbull tenemos la gran suerte de trabajar con los mejores y más exclusivos proveedores de catering de Madrid, que hacen de los eventos que se celebran en nuestros espacios, una experiencia única. Está claro que se puede socializar sin comida, pero, si hay que elegir… mejor con canapés.
Fotografía cedida por Be Chic Catering