Octubre es uno de los meses favoritos para Monbull. El otoño presenta su cara más amable; el paisaje se rinde ante los tres primeros colores del arcoíris y disfrutar de las ciudades, espabiladas tras el letargo veraniego, es una delicia. El primer lunes de este mes, además, tiene lugar una fecha destacada en nuestro calendario: el Día Mundial de la Arquitectura, una disciplina -un arte en muchos casos-, que constituye los cimientos de nuestro negocio de alquiler de espacios para eventos.

La palabra arquitectura nace del griego arkhitekton, que une “arkhi”, el líder, con “tekton”, el constructor. Así, en su esencia más pura, la arquitectura es el arte del maestro constructor, quien no solo levanta estructuras, sino que guía con visión y creatividad la creación de espacios que nos protegen, inspiran y conectan con nuestro entorno. Es la disciplina que convierte ideas en formas habitables, donde la técnica se encuentra con la poesía del diseño.

Juan José Jiménez, es nuestro arquitecto cabecera, el mago que hace realidad los espacios con los que soñamos. En sus trabajos se percibe un cuidado exquisito por el detalle, resultado de considerar infinitas posibilidades y elegir la más favorable. “En todos los espacios de la firma se ha dado prioridad a la sensación de placer que puede experimentar el usuario a la hora de entrar en un “Monbull”, y nunca hemos escatimado ningún esfuerzo, ni económico ni personal para llegar a conseguirlo”, declara.

Juan José Jimenez Arquitecto

Jiménez construye sus proyectos imaginando la vida que éstos van a albergar. Algo que no siempre es sencillo: “Lo primero que tengo en cuenta cuando me encargan un proyecto es quien va a ser el usuario final del mismo. En el caso de Monbull es diferente, ya que no sabemos quiénes serán los que empleen ese espacio. En estas situaciones me guío por mi intuición y experiencia, para conseguir que el espacio sea lo más versátil posible sin renunciar a la esencia de marca”.

Dos desafíos #muymonbull

La reforma de Monbull Jorge Juan fue un desafío apasionante para este profesional, que afrontó la tarea de recuperar y respetar la esencia un edificio del siglo XIX, lleno de historia y belleza. “Nos encontramos con una joya totalmente destruida y fuera de contexto, con elementos deteriorados casi para demolerlos. Sin embargo, la premisa fundamental fue conservar todo lo que pudiéramos”, explica. Así, detalles como la escalinata de mármol de Carrara, los suelos de madera noble o las chimeneas francesas no solo fueron restaurados, sino que se convirtieron en protagonistas que enamoran y sorprenden al visitante, conectando el pasado con el presente en cada rincón.

Monbull Jorge Juan

Este equilibrio entre legado y funcionalidad contemporánea supuso un reto técnico que requirió astucia y dedicación para ocultar las instalaciones necesarias sin comprometer la estética original. “Tuvimos que demoler y recrear muchos elementos para que el espacio fuera moderno y funcional, sin perder su alma histórica”, concluye.

Otro caso de éxito de nuestro arquitecto de cabecera fue la reforma de Monbull Argensola, un reto apasionante que le permitió transformar unas oficinas anodinas en un lugar lleno de vida. “Recuerdo perfectamente el primer día que estuve en Argensola 25; sabía que iba a ser un trabajo complicado, pero supe que acabaría bien”, afirma. La clave estuvo en “devolver al espacio su esencia”, entendida no solo como recuperar su historia, sino también como crear una nueva identidad a partir de los elementos estructurales originales, como las columnas de hierro, los techos altos, el ladrillo visto y los basamentos de granito, que hasta entonces permanecían ocultos.

Monbull Argensola

Uno de los principales desafíos fue adaptar la distribución alargada y estrecha del local, con apenas cinco metros de ancho en algunos puntos, para lograr un espacio creativo y versátil. “El acceso en el punto medio nos ayudó a dividir el local en dos zonas, y los patios interiores aportaron luz y frescura al conjunto”, explica Juan José. Además, la integración de las instalaciones técnicas sin alterar la atmósfera del lugar requirió imaginación y maña, consiguiendo que elementos como los conductos de climatización o las líneas eléctricas no sólo pasaran desapercibidos, sino que reforzaran el carácter único del espacio.

En cada uno de sus proyectos Jiménez demuestra que transformar los espacios no es sólo rehabilitar y diseñar, sino darles vida para inspirar nuevas emociones, nuevas historias y nuevas formas de habitar el mundo.