Esther Alonso, periodista y experta en comunicación, colabora en este número ofreciéndonos un interesante artículo acerca de los fractales, esos objetos geométricos que se replican a diferentes escalas y cuyo efecto, al observarlos, es que consiguen que nuestros pensamientos se detengan, proporcionándonos un
espacio de calma, un respiro cerebral… paz.
Puedes leer el artículo completo y descubrir por qué sucede. Además, hemos seleccionado algunas imágenes de fractales en Monbull.
Los objetos geométricos que se replican a diferentes escalas, es decir, los fractales, llaman poderosamente nuestra atención. Nos atraen. Resulta curioso que estructuras tan complejas de definir, produzcan en nosotros esa paz, ese respiro cerebral tan necesario que hace que los pensamientos se paren. La calma que transmiten se debe a que son formaciones propias de la naturaleza y por eso verlos hace que nos conectemos con nuestra esencia. Un árbol, por ejemplo, replica la misma estructura base tronco-ramas en su copa, a una escala cada vez más pequeña a medida que se aleja del tronco. Igual pasa con un brócoli, cuyos ramilletes están compuestos a su vez por otros de menor tamaño. Hay fractales también en las nubes, los ríos, las costas y las montañas, lo que significa que el todo de estas formaciones y un fragmento de las mismas, son indiferenciables.
Y si la naturaleza es la madre de estas estructuras auto-semejantes, el padre es matemático polaco Benoît Mandelbrot (1924-2010), que fue quien les puso nombre en 1975. Una vez descubiertos, se empezó a aplicar el patrón fractal en infinidad de disciplinas como la pintura, la música, la literatura e, incluso, la política. Así, si pudiéramos ver todo con suficiente perspectiva, llegaríamos a la conclusión de que todo es susceptible de ser fractal, hasta el tiempo, y podríamos incluso desarrollar teorías sobre agujeros de gusano y saltos al pasado o al futuro.
Pero si lo que queremos es beneficiarnos de la magia que tienen los fractales, lo mejor no es elucubrar, sino hacer justamente lo contrario: disfrutarlos sin pensar, sin darnos explicaciones. El físico Richard Taylor, de la Universidad de Oregón (UO), ha estudiado por qué los fractales inspirados en la naturaleza ayudan a reducir el estrés. Tal y como defiende, los humanos estamos especialmente dotados para captar visualmente estas tramas, porque nos ayuda en la supervivencia. Por ejemplo, al identificar el patrón bosque, formado por una sucesión de árboles, ramas, etc., nos resulta más sencillo ver alteraciones en el mismo y, de este modo, podemos detectar la existencia de depredadores con mayor facilidad. Así, los fractales de la naturaleza nos relajan porque nos muestran un entorno seguro.
El físico asegura que el estrés actual tiene mucho que ver con que, en las grandes ciudades, estamos alejados de las formas naturales y propone buscar estas estructuras que nos resultan calmantes en obras y espacios construidos por el hombre. Un estudio publicado por Taylor en la revista Nature en 1999, concluye que las pinturas de Jackson Pollock son tan atractivas porque contienen fractales y reflejan así la huella dactilar de la naturaleza. Para él, un ejemplo claro de esto es la obra Alchemy (1947). Otro trabajo realizado por el experto de la UO en colaboración con la NASA, sostiene que la exposición a fractales reduce el estrés hasta en un 60%.
Todos estos hallazgos han resultado ser fuente de inspiración de los diseñadores Anastasija y Martin Lesjak que, en alianza con Taylor, están ideando suelos y alfombras para espacios de trabajo, hoteles y escuelas y, también para lugares donde se concentran muchas personas con ansiedad, como aeropuertos y hospitales.
Desde una perspectiva más mágica, los fractales también pueden ser señales que nos envía la naturaleza. En su libro “Mensajes del agua”, el médico e investigador Masaru Emoto (1943-2014) recoge imágenes de agua cristalizada de diferentes lugares del mundo y que ha sido expuesta a características diferentes para recoger su HADO (energías sutiles relacionadas con la consciencia). Según los resultados, el agua de entornos naturales (ríos, lagos, pantanos, glaciares…) que se encuentran limpios y puros, produce formas geométricas muy hermosas al cristalizar. Sin embargo, la que proviene de lugares contaminados, ofrece un aspecto mucho menos amable cuando se congela.
Pero Emoto fue más allá y cristalizó también agua expuesta a diferentes estímulos, como música o, incluso, que ha sido guardada en un envase donde había diferentes palabras. De acuerdo con los resultados, la música clásica hace que los cristales del agua adopten hermosas formas. Lo mismo ocurre cuando está en contacto con palabras que tienen un significado bonito, como gracias, amor o comprensión. Sin embargo, la música expuesta a canciones con letras agresivas o que ha estado contenida en envases con palabras con un feo significado, como estúpido, diablo o sucio, genera formas horribles, incluso siniestras.
Con estos experimentos, el investigador probó que el agua se ve influida por diversos factores como la música o la consciencia de las personas. Desde su perspectiva, esto evidencia que los pensamientos y las emociones pueden alterar la estructura molecular del agua y, también, que entre el Universo y los seres humanos hay una profunda conexión.
Aunque no comprendamos muy bien los fractales, es evidente que su belleza nos llega y nos beneficia mucho más allá de lo que podíamos pensar. Es fundamental favorecer el encuentro con estas estructuras mágicas con las que estamos tan íntimamente conectados siempre que podamos.